Andando por los campos de Castilla encontramos una charca estacional con un círculo de flores diminutas en su interior, que además de sorprenderme me pareció hermoso y mágico a la vez.
A los quince días volvimos a Castilla y de camino, por carreteras
ya en desuso y olvidadas, descubrimos otros estanques también estacionales, donde el círculo de flores había crecido muchísimo y
había cubierto casi su superficie dejando el círculo central vacío.
Cada vez que las veo, vuelvo a sentir la sensación de asombro y de estar ante algo precioso y mágico, que estaría horas contemplando
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